sábado, 4 de diciembre de 2010

Muérdago

plantas magicas
Su nombre procede, probablemente, de la palabra vasca muir-tako, con la cual se designaba el «visco», esa especie de pegamento que da la propia planta y que se emplea para cazar pájaros. El muérdago es una planta parásito, que crece en el roble, pero muy excepcionalmente, como bien sabían los druidas celtas y galos. En cambio, se halla frecuentemente en el olmo, el pino, el álamo y, sobre todo, el manzano, así como en el sauce y el tilo. Por su escasez en el roble, los druidas celtas y galos le dieron ese valor simbólico, mágico y sagrado tan grande, Además, aunque sus flores salen a principios del verano, por alguna razón nunca se abren hasta la primavera siguiente. Por otro lado, este arbusto tiene la capacidad de permanecer verde, incluso en los lugares más oscuros y fríos, y así durante todo el invierno. Todavía verde era como los druidas recogían el muérdago en el sexto día después de la Luna nueva, para celebrar el Año Nuevo lunar, que más o menos se corresponde al 1 de noviembre de nuestro calendario, durante la noche de Samain. Era el símbolo de la regeneración y de la inmortalidad del reino vegetal por excelencia, de la vitalidad y el vigor eternos. Ahí reside la razón por la cual, para los celtas, el agua de roble, una decocción de hojas de muérdago endulzado con miel o mezclado con aguamiel, o vino de miel, tenía el poder de curar. Es cierto que para los celtas, así como para los griegos y los romanos, el muérdago era la cortisona de la Antigüedad. De manera que se empleaba para combatir los vértigos, los malestares, los zumbidos en el oído, las palpitaciones, síntomas que hoy reconocemos como los de la hipertensión, así como todos los espasmos, convulsiones, crisis nerviosas y epilepsias. El muérdago era muy beneficioso en caso de asma y de tos ferina, para detener la tos y aliviar la migraña.

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