sábado, 4 de diciembre de 2010

Quina

plantas magicas
Otra vez volvemos a América del Sur, pero esta vez a la cordillera de los Andes, el país de los incas, el actual Perú, no para recoger los frutos llenos de granos aplanados de este árbol de la especie de las rubiáceas, de las que forma parte el cafeto, entre otras, sino su corteza o, más exactamente, «la corteza de las cortezas», como indica su nombre indio: kina-kina. Esta corteza contiene alcaloides, entre los cuales el más fuerte y el más conocido es la quinina, que hizo desempeñar a ese polvo de corteza de quina un verdadero papel de polvo mágico en la Europa del siglo XVII, la cual estaba muy enferma, sobre todo de sus médicos, de quienes, como es sabido, Quevedo, Moliere y tantos otros se burlaron. En gran parte, inspirados en la quinina, los autores y actores del siglo XVII inventaron el término de «polvos de perlimpimpín», también llamados «polvos de la madre Celestina». Pero debemos reconocer que es cierto que era un remedio absolutamente milagroso. Por último, la quina se descubrió científicamente en 1820, pero no fue sintetizada hasta 1945 y se empleó como febrífuga y antiséptico. En el famoso períodp de las colonias, los europeos no hubieran podido sobrevivir en las regiones tropicales sin la quina, que obró maravillas en los casos de paludismo. Sin embargo, el polvo de quina ya lo utilizaban los incas desde hacía mucho tiempo y, seguramente, otros antes que ellos. Conocían sus virtudes tónicas, digestivas, febrífugas y antisépticas, que por supuesto, son propiedades medicinales muy útiles para el hombre.
Sin duda ésta es la razón por la que Luis XIV compró una provisión de este polvo milagroso á precio de oro al caballero inglés Charles Talbot, duque de Shrewsbury, convencido por su médico, que también era el médico del principal hospital de París, de que se trataba de unos polvos capaces de curar todos los males.

No hay comentarios:

Publicar un comentario